San Alfonso María de Ligorio, C.Ss.R.

San Alfonso María de Ligorio, con treinta años, era sacerdote, estaba trabajando con los pobres y formaba parte de un equipo misionero en la diócesis de Nápoles (Italia), en aquella época la tercera ciudad más grande de Europa.

Había nacido en 1696 en el seno de una familia de una cierta nobleza, y como era el hijo mayor, sus padres esperaban que aumentara con fama y éxito el honor familiar.

De hecho, su padre era capitán de galeras del Rey, y para Alfonso había decidido un futuro dentro de la Justicia. Con 16 años, Alfonso obtenía los títulos de Doctor en Derecho Civil y Canónico, con una amplia cultura en los campos artístico, científico y musical.

Su fe, asumida de manera natural en el entorno familiar, se alimentaba en los grupos juveniles que acompañaban los Padres Filipenses -Girolamini- y en el compromiso con los enfermos del Hospital de los Incurables, que visitaba cada día. Fue un abogado de éxito, por juventud y preparación, pero pierde un juicio amañado desde el principio, y se pregunta por el sentido de su vida.

Sus palabras al salir del juicio: “¡Mundo, te conozco! ¡Adiós, tribunales!” están hoy en día escritas en una de las paredes del Palacio de Justicia de Nápoles. Alfonso experimenta la llamada de Dios, y decide responder haciéndose sacerdote. Renunció a su profesión e inició los estudios eclesiásticos, a pesar de la fuerte oposición paterna. El 21 de diciembre de 1726 recibió la ordenación sacerdotal. Tenía 30 años.

San Juan Neumann, C.Ss.R

Obispo de Philadelphia, Pennsylvania, EUA, nació en Prachatitz, Bohemia, el 28 de marzo de 1811, siendo hijo de Felipe Neumann e Inés Lebis. Asiste a la escuela en Budweis y entra en su seminario en 1831.

Dos años más tarde se traslada a la universidad de Charles Ferdinand, Praga, donde estudia teología. Espera ser ordenado sacerdote en 1835, pero entonces decide el obispo que no habrá más ordenaciones.

Hoy es difícil imaginarse una cosa semejante, pero en aquel entonces, Bohemia estaba llena de sacerdotes. Juan escribe a todos los obispos de Europa, pero la historia se repite en todas partes. Nadie quiere más sacerdotes. Juan está convencido, sin embargo, de que está llamado al sacerdocio; pero todas las puertas se le cierran. Juan no renuncia a pesar de todo. Ha aprendido el inglés trabajando en una fábrica donde los jornaleros hablaban inglés.

Escribe entonces a obispos de América. Por fin, el obispo de Nueva York acepta ordenarlo. Para poder seguir la llamada de Dios al sacerdocio, Juan se ve obligado a abandonar para siempre su madre patria y a atravesar el Atlántico en pos de una tierra nueva y todavía dura. En Nueva York, Juan se convierte en uno de los 36 sacerdotes al servicio de los 200.000 católicos de la diócesis. Su parroquia, en la parte occidental del estado de Nueva York, se extiende desde el lago Ontario a Pennsylvania.

Su iglesia no tiene ni campanario ni pavimento, pero poco importa esto porque Juan anda casi siempre por la calle y se desplaza de aldea en aldea, escalando incluso montañas, para visitar a los enfermos. Se alberga en los desvanes de las casas y en las tabernas donde incluso trata de catequizar a la gente. Celebra la misa sobre mesas de cocina. Su trabajo es ingente y su parroquia está muy aislada. Juan siente el deseo de pertenecer a una comunidad y entra con los Redentoristas, una congregación de sacerdotes y hermanos dedicados a ayudar a los pobres y a los más abandonados.

Es el primero de los sacerdotes que entrarán en la Congregación en América, hace los votos en Baltimore el 16 de enero de 1842. Desde el comienzo, sus compañeros religiosos lo aprecian muchísimo por su notable santidad, por su celo y por su amabilidad. Su conocimiento de seis lenguas modernas, nada menos, lo hace particularmente apto para trabajar en la políglota sociedad americana del siglo XIX.

Trabaja en Baltimore y en Pittsburg. En 1847 es nombrado Visitador o Superior Mayor de los Redentoristas en Estados Unidos.

San Clemente María Hofbauer, C.Ss.R.

Una mirada a la vida de Clemente Hofbauer puede enseñarnos mucho acerca de los sueños que llegan a realizarse, así como sobre la oración y el servicio, sobre la perseverancia en la vida cristiana, sobre cómo hacerse santo viviendo los avatares de cada día, y sobre cómo emplear cada instante de la vida orientándolo hacia su justa meta.

Clemente no fue un obrador de milagros, no fue un visionario, fue solamente un gran y santo Redentorista que se puso al servicio del pueblo de Dios ofreciéndole lo mejor de sí mismo. Nacimiento y vida de joven Nuestro santo nace el día de San Esteban, 26 de diciembre de 1751, en Tasswitz, Moravia. Noveno de 12 hijos nacidos de María y Pablo Hofbauer, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento. Le impusieron el nombre de Hansl; es decir, Juan. Será con este nombre con el que se le conocerá hasta el día en que se haga ermitaño y en el elegirá el nombre de Clemente.

El hermano mayor del santo, Carlos, parte del hogar paterno para unirse a la caballería húngara en la batalla contra los turcos. Hansl se enfada por no ser lo bastante mayor para vestir el uniforme azul con adornos de plata y capa con forro de terciopelo rojo. Pero sus sueños infantiles tienen también otros horizontes. Mientras ayuda a misa se imagina siendo sacerdote en el altar, se ve vestido con ornamentos sagrados dirigiendo al pueblo en las grandes solemnidades de la Iglesia a fin de dar gloria y alabanza a Dios.

Finalmente, el ideal del sacerdocio vence sobre el de la carrera militar. Desgraciadamente, al pertenecer a una familia pobre, Hansl tiene pocas esperanzas de poder entrar en un seminario o de ingresar en una orden religiosa. Comienza por estudiar latín en casa del vicario de su parroquia.

El párroco es un viejo sacerdote que llega a descubrir en el joven Hofbauer la semilla de la vocación. Todos los días el joven estudiante y el anciano pastor se encuentran para estudiar la lengua latina. Se trata del primer paso del largo camino que conducirá a Hansl al sacerdocio. El período de estudios acaba repentinamente con la muerte del párroco cuando Hansl tiene catorce años.

El nuevo párroco no encuentra tiempo para ayudarle a estudiar latín. Ante la imposibilidad de continuar estudiando para el sacerdocio, Hansl se ve en la necesidad de aprender algún oficio. En 1767 es aceptado como aprendiz de panadero. En 1770 se va a trabajar a la panadería del monasterio premonstratense de los Padres Blancos de Kloster Bruck. En aquella época, las consecuencias de la guerra y la carestía reinante empujan a los sin techo y a los hambrientos a llamar a las puertas del monasterio en busca de ayuda. Hofbauer trabaja día y noche para calmar el hambre de los pobres que llaman a su puerta.

San Gerardo Mayela, C.Ss.R.

Gerardo nace en 1726 en Muro, pequeña ciudad del Sur de Italia. Tiene la suerte de tener por madre a Benedicta que le enseñará el inmenso e ilimitado amor de Dios. Se siente feliz porque siente estar cerca de Dios. Gerardo tiene solamente doce años cuando, al morir su padre, se convierte en el único sostén de la familia.

Se hace aprendiz de sastre con uno del lugar que lo maltrata y, a menudo, lo golpea. Tras cuatro años de aprendizaje, justo cuando estaba capacitado para abrir una sastrería propia, dice que quiere entrar al servicio del Obispo local de Lacedonia. Los amigos le aconsejan que no acepte aquel puesto.

Pero las vejaciones y los continuos reproches que obligan a los demás sirvientes a abandonar tras pocas semanas el puesto, a Gerardo no le arredran. Se pliega a cualquier necesidad y permanece al servicio del obispo durante tres años, hasta la muerte de éste. Cuando Gerardo piensa que se trata de la voluntad de Dios acepta cualquier cosa. No cuentan los golpes del sastre ni tampoco el hecho de ser vejado por el obispo; ve en el sufrimiento un modo de seguir las huellas de Cristo.

Debido a esto solía decir: “Su excelencia me quiere bien”. Ya desde entonces Gerardo pasaría horas enteras junto a Jesús en el Santísimo Sacramento, que es el sacramento de su Señor crucificado y resucitado. En 1745, a la edad de 19 años, vuelve a Muro estableciéndose como sastre. Su negocio prospera pero es poco el dinero que recauda. Regala prácticamente casi todo lo que tiene. Pone aparte lo que necesita su madre y sus hermanas y el resto lo da a los pobres, o bien como ofrenda para misas en sufragio de las almas del purgatorio. Para Gerardo, ninguna conversión le deja indiferente. Se trata de un constante crecimiento en el amor de Dios.

Durante la cuaresma de 1747 decide asemejarse lo más posible a Cristo. Se somete a severas penitencias y va tras la búsqueda de humillaciones simulando estar loco, feliz de ver que se burlan de él por la calle. Quiere servir totalmente a Dios y pide ser admitido por los Frailes Capuchino, pero su petición es denegada.

A los veintiún años intenta hacerse ermitaño. Su deseo de ser como Cristo es tal que aprovecha encantado la ocasión de ser protagonista en una representación de la Pasión viviente del Señor en la Catedral de Muro.

Beato Pedro Donders, C.Ss.R.

Pedro Donders nace en Tilburg, Holanda, el 27 de octubre de 1809 del matrimonio Arnold Denis Donders y Petronila van den Brekel.

Ninguno de sus dos hijos puede estudiar debido a que la familia; deben trabajar para ayudar a la casa. Pedro, sin embargo, alimenta desde la infancia el deseo de hacerse sacerdote. Con ayuda del clero de su parroquia, Pedro puede iniciar a los veinte años sus estudios en el Seminario Menor. Con el tiempo, el 5 de junio de 1841, es ordenado sacerdote. Durante sus estudios de teología en el seminario, sus superiores lo orientan hacia las misiones de la colonia holandesa del Surinam.

Llega a Paramaribo, capital de la colonia, el 16 de septiembre de 1842 y enseguida se entrega a la acción pastoral que lo retendrá hasta su muerte. Las primeras tareas comprenden visitas habituales a los plantíos a lo largo de los ríos de la colonia donde predica y administra los sacramentos, sobre todo a los esclavos. Sus cartas expresan su indignación por el duro trato a que tienen que someterse las poblaciones africanas que se ven obligadas a trabajar en los plantíos. En 1856 es destinado a una estación de leprosos en Batavia. Salvo pocas interrupciones, éste será ya el escenario de su apostolado durante el resto de su vida.

Su caridad le lleva a preocuparse no sólo por proporcionar a sus pacientes los bienes de la religión, sino que se preocupa también de curarlos personalmente cuando no logra convencer a las autoridades de que les proporcionen los adecuados servicios sanitarios. Por todos los medios a su alcance logra mejorar las condiciones de los leprosos, sobre todo gracias a la energía incansable con que informa a las autoridades coloniales de la necesidad que dichos enfermos tienen de atención médica. Cuando en 1866 los Redentoristas llegan a la colonia a fin de hacerse cargo de la misión del Surinam, el Padre Donders, juntamente con uno de sus cohermanos sacerdotes, pide ser admitido en la Congregación. Los dos candidatos hacen su noviciado bajo la dirección del Vicario Apostólico, Mons. Giovanni Baptista Swinkels y emiten sus votos el 24 de junio de 1867.

El Padre Donders vuelve rápidamente a Batavia. Al contar ya con la ayuda de los leprosos, puede dedicar más tiempo a una obra que desde hacía largo tiempo deseaba emprender. Como Redentorista, su atención se dirige ahora a las poblaciones indias del Surinam. Se dedicará a esta obra hasta su muerte. Comienza aprendiendo las lenguas nativas y a instruir a los indios en la fe cristiana. Esto lo hará hasta que le abandonen las fuerzas y sea obligado a dejar en las manos de otros la obra comenzada.

En 1883, el Vicario Apostólico, queriendo relevarlo de la pesada carga que durante tanto tiempo ha cargado sobre sus hombros, lo traslada a Paramaribo y, más tarde, a Coronie. En noviembre de 1885, sin embargo, vuelve a Batavia. Aquí se hace nuevamente cargo de las tareas de antaño hasta diciembre de 1886 cuando su salud, ya muy deteriorada, lo obliga a guardar cama. Vivirá aún dos semanas.

Le sobreviene la muerte el 14 de enero de 1887. Al extenderse su fama de santidad más allá de los límites del Surinam y de su Holanda natal, se introduce su causa de canonización en Roma.

El 23 de mayo de 1982 es beatificado por el Papa Juan Pablo II.

Beato Gaspar Stangassingger, C.Ss.R.

“Los santos tienen intuiciones especiales”, escribía el Padre Stanggassinger. En cuanto a lo que a mí respecta, que no soy un santo, lo que me interesan son las verdades eternas: la encarnación, la Redención y la Santa Eucaristía.” Gaspar Stanggassinger, nació en 1871 en Berchtesgaden, al sur de Alemania. Es el segundo de 16 hijos. Su padre, hombre respetado por todos, es un campesino propietario de una cantera de piedra. De joven, crece en él el deseo de hacerse sacerdote; de pequeño juega a serlo y “predica” breves sermones a sus hermanos y hermanas, conduciéndolos en procesión a una capilla entre los montes que circundan su casa. A los diez años se le envía a Freising para continuar allí su educación.

Tiene dificultad con los estudios. El padre le advierte de que si no supera los exámenes tendrá que dejar el colegio. Con su firme voluntad, con una notable dedicación y con su total fidelidad a la oración, su progreso es constante. En los años siguientes, durante las vacaciones, empieza a reunir en torno suyo a un grupito de chicos a los que exhorta a la vida cristiana, a formar una comunidad y a organizar su tiempo libre.

Todos los días el grupo asiste a la santa misa, se entretiene en paseos o emprende alguna peregrinación. La dedicación de Gaspar para a estos chicos es admirable y llega hasta a arriesgar su vida por salvar a uno de ellos durante una escalada a la montaña. Ingresa en el seminario diocesano de Munich y Freising en 1890 y emprende los estudios de teología. Para mejor discernir la voluntad de Dios, se impone un riguroso itinerario de oración. Bien pronto comprende que Dios lo llama a la vida religiosa. De hecho, tras una visita a los Redentoristas, le viene la idea de seguir su vocación misionera.

A pesar de la oposición de su padre, entra en el noviciado redentorista de Gars en 1892. En 1895 es ordenado Sacerdote en Regensburg. Gaspar Stanggassinger entra a formar parte de la Congregación del Santísimo Redentor con la intención de ser misionero. Sin embargo, sus superiores le destinan a la formación de los futuros misioneros en calidad de vicedirector del seminario menor de Durrnberg, en Hallein. Se dedica totalmente a esta responsabilidad.

Como religioso, hizo voto de obediencia y vive este voto de modo admirable y coherente.

Beato Fransisco Javier Seelos, C.SsR.

Francisco Xavier Seelos nace el 11 de enero de 1819 en Füssen, Baviera, Alemania. Es bautizado el mismo día en la iglesia parroquial de san Mang. Ya desde niño manifiesta el deseo de ser sacerdote. En 1842, tras concluir sus estudios de filosofía entra en el seminario diocesano.

Al encontrarse con los misioneros de la Congregación del Santísimo Redentor, fundada con la finalidad de evangelizar a los más abandonados, decide ingresar en esta congregación y ponerse al servicio de los inmigrantes de lengua alemana en Estados Unidos. Es recibido en la Congregación el 22 de noviembre de 1848. Al año siguiente zarpará hacia Estados Unidos desde Le Havre, Francia, para llegar a New York el 20 de abril de 1843.

El 22 de diciembre de 1844, terminado el noviciado y completados sus estudios de teología, Seelos es ordenado Sacerdote en la iglesia redentorista de St. James en Baltimore, Maryland, USA. Tras su ordenación, trabaja durante nueve años en la parroquia de Santa Filomena en Pittsburgh, Pennsylvania, primero en calidad de vice párroco con san Juan Neumann, superior de la comunidad religiosa, y, más tarde, durante otros tres años, como párroco siendo ya él mismo Superior de la comunidad. Durante este tiempo, ocupa también el cargo de Maestro de Novicios. Con Neumann se dedica a predicar misiones.

Seelos comenta así su relación con Neumann: “Me ha introducido en la vida activa”, y “me ha dirigido como director espiritual y confesor”. Su disponibilidad e innata amabilidad, su atención a las necesidades de los fieles hacen pronto de él una figura bien conocida como confesor experto y director espiritual hasta el punto de que vienen a él también de otras ciudades cercanas. Fiel al carisma redentorista, lleva un estilo de vida modesto y se expresa con palabras sencillas.

La temática de sus predicaciones, ricas en contenido bíblico, es fácil de entender incluso por la gente más sencilla. Una constante de su pastoral es su empeño por dedicarse a la formación de la fe de los pequeños. No solamente apoya este ministerio, sino que lo cree fundamental para el crecimiento interior de la comunidad cristiana de la parroquia. En 1854 es trasladado de Pittsburgh a Baltimore y, más tarde, en 1857, a Cumberland. En 1862 lo vemos ya en Annapolis, siempre ocupado en el servicio parroquial y entregado a la formación de los futuros Redentoristas en calidad de Prefecto de estudiantes.

También aquí, es fiel a su imagen y continúa siendo pastor, amable y alegre, siempre atento a las necesidades de sus estudiantes y atento también a su formación académica. Se dedica sobre todo a infundir en estos futuros misioneros redentoristas el entusiasmo, el espíritu de sacrificio y el celo apostólico por el bien espiritual y temporal de la gente. En 1860 es presentado como candidato a Obispo de Pittsburgh. El Papa Pío IX lo dispensa de esta pesada responsabilidad.

El Padre Seelos se dedicará del 1863 al 1866 a la vida de misionero itinerante predicando en inglés y en alemán en los estados de Connecticut, Illinois, Michigan, Missouri, New Jersey, New York, Ohio, Pennsylvania, Rhode Island y Wisconsin. Tras un breve período de ministerio parroquial en Detroit, Michigan, en 1866 es destinado a la comunidad redentorista de New Orleans, Louisiana. También aquí ejerce de párroco de la iglesia de Santa María Asunta. Es para los fieles un párroco alegre, disponible y singularmente sensible a las necesidades de los más pobres y de los más abandonados.

Martires

Durante la persecución religiosa de 1936 Cuenca tiene un lugar preferente entre los recuerdos de los orígenes de la Congregación del Santísimo Redentor en España, ya que en un punto de la provincia, en Huete, tuvo lugar la primera fundación. Esa primera residencia redentorista desapareció con la revolución de 1868.

Cuando el ambiente vuelve a ser favorable, en los primeros días de febrero de 1895, los Redentoristas se instalan en la capital, ocupando el convento e iglesia de San Felipe, en la parte alta de la ciudad. La actividad de la comunidad se repartía entre las misiones populares en la diócesis, los ejercicios espirituales, la predicación extraordinaria y las celebraciones en la propia iglesia de San Felipe.

En 1936, la comunidad redentorista estaba formada por ocho sacerdotes y cuatro hermanos coadjutores. El 18 de julio, ante la situación política que experimenta la ciudad, los redentoristas abandonan el convento y se dispersan, refugiándose en casa de un canónigo de la catedral y otras personas amigas. Los más ancianos serán acogidos en el asilo de las Hermanitas de los Ancianos. Al día siguiente, todos se reencuentran en el convento, sin mayor novedad.

El día 20 una turba de milicianos derriba la verja de la Iglesia y desquicia las puertas del templo; a pesar de esto, se seguirán celebrando los sacramentos hasta el día 23, en que sólo acuden a la cita el P. Romero y el H. Benjamín. Al ver que aumenta la tensión y la violencia contra los religiosos, el convento queda abandonado y los redentoristas siguen destinos diferentes. Algunos miembros logran esconderse y salir de Cuenca, pasado un tiempo; otros se refugiaron en el Seminario. Estos últimos, pocos días después, sufrirían el martirio junto con el Obispo de Cuenca.

El 31 de Julio, los PP. Ciriaco Olarte y Miguel Goñi eran detenidos y fusilados. Uno de ellos moría al instante y el otro tras una larga agonía. Enterado el P. Julián Pozo, avisó al Superior con la intención de procurarse un refugio mejor. El P. Pozo murió la noche del 9 de agosto, en medio de la carretera de Cuenca a Tragacete, rezando el rosario. En el camino del cementerio, la noche del 10 al 11 de agosto de 1936, eran fusilados el P. Xavier Gorosterrazu y el H. Victoriano Calvo.

El P. Pedro Romero, de avanzada edad, llevó vida de mendigo por las calles de Cuenca, hasta que fue detenido en mayo de 1938 y arrojado a la cárcel, donde morirá en los primeros días de junio a causa de una disentería, provocada por los padecimientos vividos durante su persecución.

Beatos / Martires

El 28 de junio recordamos el gran sacrificio de los Redentoristas ucranianos por su testimonio de fe. Que su martirio dé los frutos del amor, la esperanza y la paz.

El 1 de septiembre de 1939 (pacto Molotov-Ribbentropp), la Unión Soviética que unía el oeste de Ucrania con sus territorios desató una violenta persecución contra la Iglesia greco-católica. Hasta la caída del comunismo en 1989, los bolcheviques encerrados en campos de concentración, torturaron y asesinaron a miles de fieles, obispos, sacerdotes y laicos.

Entre estos también sufrieron el martirio los redentoristas Nicola Carneckyj (1884-1959), obispo, exarca apostólico de Volyn ‘y Pidljashja, que murió fuera de la prisión, bajo el estricto control de la policía, tras el deterioro de su salud durante los 10 años de detención en el lager, Basilio Velyckovskyj (1903-1973), obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana “clandestina”, fallecido en Canadá a causa de las torturas sufridas durante muchos años de dura prisión, tras ser expulsado del país en precarias condiciones físicas y psicológicas; Zynovij Kovalyk (1903 – 1941), sacerdote, asesinado violentamente, según algunos testigos, crucificado en la pared de un pasillo en la prisión de Brihidchy; Ivan Ziatyk (1899-1952), sacerdote, que murió en prisión tras una violenta golpiza.

Juan Pablo II los beatificó en Lviv el 27 de junio de 2001. Dios todopoderoso y eterno, que salvó a los hombres en la cruz de Cristo, por los méritos y la intercesión del beato Nicolás, obispo y compañeros mártires Basilio, Zenón e Iván, concédenos perseverar con fe en la adversidad para disfrutar con ellos de la bienaventuranza eterna.

Porque nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

fuente: Liturgia de las horas con calendario particular de los Redentoristas